Los Árboles de la Vida

En la ciudad se desarrollan prácticas que dan cuenta de diferentes tensiones sociales. Esas prácticas con sus formas, estéticas, lenguajes y usos, implican en muchos casos la apropiación o intervención del espacio; transformándolo, dotándolo de sentidos. 


El 30 de noviembre de 2012 en el patio de EPEC y recordando el secuestro y desaparición de Tomás Di Toffino se plantaba el primer Árbol de la Vida como homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado y como forma de difusión del mega juicio que comenzaría días después. Así, el Archivo Provincial de la Memoria inauguraba la Intervención Urbana “Los árboles de la vida”.  A partir de ese día y durante todo el 2013 los viernes fueron “viernes de árboles”, llevando a las calles de Córdoba, una política pública de Memoria homenajeando e interpelando el espacio urbano. Todos los viernes durante el primer año de la Mega Causa La Perla-La Ribera- D2, un nuevo árbol daba cuenta que en esa fecha y en ese lugar, hacía más de 30 años, había sido secuestrado y desaparecido un hombre o una mujer, cuyo nombre era inscripto en una maceta como modo de nombrarlo y recordarlo más allá de la inmensidad del número 30.000. Por aquellos días, quienes se encontraban con esos árboles tuvieron la oportunidad de conocer una historia,un nombre, un rostro. También pudieron saber que por ese crimen sus responsables estaban siendo juzgados y que tenían el derecho de poder asistir a las audiencias. Por aquellos días, el Archivo de la Memoria, emprendió otra forma de actuación política institucionalizada: registrar memorias a través de la naturaleza, con la vida como soporte y la ciudad como estrategia en el cruce de los debates sobre nuestra historia reciente, sobre nuestros proyectos políticos.

¿Cómo representar a todas las víctimas y difundir el juicio en la ciudad?

Desde el primer juicio por crímenes de lesa humanidad en Córdoba, en mayo 2008, el Archivo Provincial de la Memoria realizó diversas actividades que contribuyeron al desarrollo de los juicios como parte de las políticas públicas de Memoria. Además del aporte documental, muchas de éstas actividades tuvieron como eje visibilizar las historias de vida de las víctimas y difundir el juicio que por ellas se estaba desarrollando (Ver Juicios anteriores). Dada la magnitud de víctimas, represores y causas de la Megacausa La Perla- Campo de la Ribera- D2, el desafío fue aun mayor.

 
Plantar árboles en los lugares donde fueron secuestrados, secuestradas las victimas del juicio que empezaba fue el modo que el Archivo de la Memoria encontró para habitar el espacio urbano, utilizándolo como marca activadora de una historia y memorias disputadas en el presente con una megacausa como marco. El desafío fue crear una huella en la ciudad, interpelar a los vecinos de cada barrio sobre la desaparición de personas durante el terrorismo de Estado, demostrar territorialmente la extensión de la represión en la provincia de Córdoba. La propuesta apuntaba a recordar a cada una de las víctimas, difundir el juicio y generar una marca en la ciudad, visible y propositiva. La acción se realizó durante todos los días viernes, colocando en el lugar del secuestro una maceta intervenida con los datos de la persona asesinada o desaparecida; la invitación a participar de los juicios y la difusión del logo de la actividad. Finalmente, se colocaba la foto del desaparecido o desaparecida sobre un tutor, realizado por artistas para cada árbol, de variados colores y formas.

 

La acción se completa con la participación de la familia y amigos de la víctima en un claro ritual de luto, también de celebración a la vida y celebraciones religiosas como el del árbol ubicado en una de las plazas de barrio Yofre recordando a Reineri Oscar Segura Ahumada ex empleado de Industrias Kaiser Argentina - Renault y delegado gremial por esa fábrica. El "Cura", como le decían sus compañeros, fue secuestrado la tarde del 20 de julio de 1976, de su taller de reparación de radios y televisores en barrio Alta Córdoba. Permaneció cautivo en el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio "La Perla". Nació el 28 de noviembre de 1934 en San Fernando del Valle de Catamarca. Tenía 41 años. Aún continúa desaparecido. Su hija había elegido una de las plazas del barrio para plantar el árbol. Eran de esos días que se presentan en colores grises. Al llegar las camionetas con los materiales (árboles, las chapas donde se inscribían los nombres, la tierra, los tutores, etc. ) ella ya estaba esperando. Una mujer joven que esperaba con sonrisa ansiosa. A su lado el cura de la iglesia del barrio, que había sido invitado a realizar una misa en honor. La mirada y sonrisa de aquella mujer eran contundentes y certeras sobre lo aquel ritual significaba para ella, que era una niña cuando su padre desapareció y aun esperaba. Luego de cavar el pozo y plantar el árbol, el cura realizó la misa entre amigos y familiares. Un ritual que llegaba 38 años después. Días más tarde, Sandra se acercó al Archivo Provincial para contar que había llevado las cenizas de su madre junto al árbol en memoria de su padre. 


La intervención se pensó como efímera, pero trascendió esa intención. Las demandas de las familias y la sociedad, que se apropiaron de la actividad, provocó que cada “Árbol de la vida” tomara rumbos diferentes. El ritual de homenaje en que se trasformaron los árboles no estuvo pensado en principio desde el sentido que finalmente fue tomando para las familias. Estás iniciativas fueron surgiendo en el desarrollo cuando se hizo visible en los primeros árboles, la necesidad que había en las familias de darse un homenaje o un momento reparador. Fue así que se asumió la tarea de convocar a los familiares más organizadamente. Hubo sorpresas, ya que algunos no sabían que estaban desarrollando un juicio ni que estaban siendo juzgados los responsables del asesinato de su familiar. Uno de ellos fue el de Carlos Alberto Galeazzi quién había emigrado a Córdoba por persecución política, donde trabajaba vendiendo helados.  Era estudiante de arquitectura de la Universidad de Mar del Plata y presidente del centro de estudiantes. Nació el 7 de junio de 1952 en Buenos Aires. Carlos nació el 7 de junio de 1952 en Buenos Aires. Fue secuestrado la tarde del 16 de diciembre de 1976, en la vía pública cuando se encontraba trabajando. Permaneció cautivo en el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio "La Perla". Tenía 24 años. Aún continúa desaparecido. Su hermano que vive en el sur argentino, se tomó un avión para participar de la actividad. Su emoción era la prueba de cómo muchas heridas recién empezaron a cerrarse. “Le explicamos que era una actividad sencilla, plantar un árbol y que solo queríamos avisarle para que supiera, o mandar algún amigo, pero él quiso venir. Nos daba cosa porque era un viaje desde lejos y parecía que tenía más expectativas de lo que en realidad estaba pensando. Se vino con la mujer, planto el árbol, se puso en contacto con tribunales”, cuenta Paula de la Fuente encargada de la actividad y de realizar los contactos con las familias. “Ese fue uno de los primeros y a mí me sorprendió mucho ver la necesidad de la gente de esos actos reparadores y esos homenajes”, agregó. El homenaje se realizó en la plaza San Martín ya que no había precisión del lugar exacto del secuestro. El Árbol que recuerda a Carlos, sigue creciendo en la plaza más céntrica de esta ciudad.

 
Estas intervenciones que se trasformaron en homenajes, mostraron las grietas aun persistentes del vacío y la ruptura de lazos producidos por el terrorismo del Estado y su plan desaparecer de imponer miedo. Porque, así como hubo familias que hicieron del dolor una lucha política y en ese recorrido fueron llenado algunos vacíos, hubo muchos que aún persisten silenciados. El juicio trajo luz y verdad. Desenterró la desaparición y salió a gritar que esas personas habían existido y habían sido asesinadas. Sus familias que también habían sido silenciadas encontraron en los Árboles de la Vida un lugar y un espacio donde gritar y escupir tanto silencio. Hubo árboles que se plantaron en una ruidosa soledad, permitiendo quizás, dimensionar ese miedo que atravesó a la sociedad. Los muchos casos de personas que nunca habían hablado del tema fueron un llamado a la reflexión.

 
Los Árboles de la Vida trascendieron el juicio en tanto homenaje de las víctimas y en tanto actividad de difusión y, a lo largo del proceso, también trascendieron a las familias, ya que estudiantes, gremios, escuelas, grupos, organizaciones empezaron a apropiarse de la intervención, manifestando que existen espacios que contienen diferentes significaciones del pasado y por ello se intenta marcarlos, inscribirlos de sentido y convertirlos en vehículos de memoria. Están los espacios físicos donde ocurrieron los acontecimientos y la represión ejerció sus prácticas -como los centros clandestinos, hoy sitios de memoria-. Y están también, como sostiene Jelin, “Los intentos de honrar y conmemorar los eventos y actores del pasado, con iniciativas de establecer monumentos, dar nombres a calles y plazas, construir memoriales y museos, no necesariamente en los lugares físicos en los que ocurrieron los eventos aludidos.” Por supuesto, cada marca y cada lugar tiene su trabajo específico. 
El 22 de noviembre de 2013, en el marco de la “Mega causa sobre el terrorismo de Estado en Córdoba”, se plantaban los últimos árboles en homenaje a las 253 víctimas del juicio detenidos –desaparecidos por el terrorismo de Estado en esta ciudad. La intervención urbana de los Árboles de la Vida sigue hoy trazando un mapa en la ciudad, siguen siendo parte de un territorio en permanente disputa de sentidos y visiones por el relato de los hechos.