Mucho antes que se usara la escritura para contar historias sobre algo o alguien; cantores, fabulistas, relatores de cuentos y leyendas
transmitían oralmente su propia visión de los hechos importantes de una comunidad.
Con el surgimiento de la profesionalización de la historia en el siglo XIX se sentaron las bases de lo que se considera la historia científica
y con ella el culto al documento escrito como fuente primordial, así como los grandes personajes y sucesos bélicos se convirtieron en los temas
de estudio por excelencia. A esto se lo conoce como la tradición positivista.
A partir del desarrollo de ciertas disciplinas como la antropología, la lingüística o la psicología; nuevos métodos, metodologías y marcos
teóricos aportaron a la reconstrucción de la historia y a la construcción del pasado. Así surge la historia oral como metodología de las
ciencias sociales, haciendo hincapié en aspectos relacionados a la vida social y a sus actores anónimos para comprender no sólo los grandes
hechos, sino también, rescatar las vivencias y experiencias particulares en torno de estos.
La historia oral permite acceder a historias narradas desde múltiples relatos, desde una inmensidad de perspectivas y memorias. Los
testimonios nos aproximan a las prácticas, a las representaciones; rastrear los sentidos que los actores les dieron a sus acciones y
explorar dimensiones totalmente subjetivas[1], nos dice menos sobre los acontecimientos que sobre su significado. Las entrevistas de historia
oral suelen revelar acontecimientos desconocidos o aspectos desconocidos de acontecimientos conocidos; arrojan nueva luz sobre áreas
inexploradas de la vida cotidiana de las clases no hegemónicas[2] .
Las fuentes orales son creíbles pero con una credibilidad diferente. Su diversidad y diferencia reside en el hecho de que las declaraciones
“equivocadas” son psicológicamente “verídicas” para quien narra un acontecimiento.
Lo que define su carácter renovador no es la oralidad, ya que la historia de los pueblos se ha transmitido a lo largo de los siglos a través
de la tradición oral, sino la labor sistemática de creación, recuperación y de utilización de las fuentes orales.
Las fuentes orales y escritas no son mutuamente excluyentes, tienen características comunes, así como autónomas, y funciones particulares
que sólo cada una puede cumplir. Por lo tanto, requieren instrumentos interpretativos diferentes y específicos.[3] Inclusive entran en conflicto,
se complementan y disputan formas de entender el mundo.
Trabajar con historia oral nos permite adentrarnos en las memorias de personas anónimas, en aquellos recuerdos que quedarían y circularían en
el interior de un grupo, como memorias subterráneas. La historia oral nos permite acercarnos y sentirnos parte del proceso de recuperación del pasado.
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[1] Bermúdez, Natalia/ Lacombe, Eliana/ Mecca, Damiana (2008): “Los procesos de reconstrucción de memorias. Oralidad, espacio y corporalidad en ex CCD D2 Córdoba”.
[2] Portelli, Alessandro “Lo que hace diferente a la Historia Oral” Recuerdos que llevan a teorías. En Schwarzsten, Dora (comp.) La Historia Oral. Bs As, CEAL 1991. Pp1.
[3] Idem. Pp 4