Nació en Córdoba el 5 de agosto de 1973, en la casa de sus abuelos. Sus padres eran militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Su padre tenía 22 años, y su mamá 27, él era estudiante de arquitectura y ella profesora de letras. Recordó que cuando ella cumplió un año se fueron a vivir a un departamento y a los seis meses se fueron a vivir a Tucumán porque a su papá lo estaban buscando acá en Córdoba, luego señaló que hace pocos años se enteró que en realidad su papá había sido trasladado a Tucumán por la organización en la que militaba. De sus padres no recuerda nada, sabe que se mudaron a Tucumán en 1974 y los primeros días de junio desapareció su padre. Relató cómo fue la experiencia cuando la policía irrumpió en la casa y se lo llevaron en madrugada, para averiguación de antecedentes. Luego sus abuelos viajaron a Córdoba a buscarlas a ella y a su mamá y regresaron a Córdoba en un camión de mudanzas. Señaló que el miedo a la policía, el temor a que entren en su casa, el temor a la noche, son miedos que aun tiene en el presente. Comentó que 5 años atrás, se enteró en un viaje que hizo a Tucumán, que después del secuestro de su padre, su mamá pasó a la clandestinidad en Tucumán y la gente del partido le recomendó que regresara a Córdoba. Reflexionó sobre esto. Comentó que por búsqueda o causalidad a lo largo de su vida se fue enterando de cosas que pasaron, así, los relatos sobre los primeros años de su vida le fueron llegando como fragmentos y que en algunas oportunidades recibió datos que son distintos de los que ya tenía, entonces lo describe su historia personal como un continuo armar y rearmar. Su madre luego de regresar a Córdoba, la dejó a ella con sus abuelos maternos y se fue a Tucumán a buscar a su padre, luego volvió a buscarla y pese a la oposición de sus abuelos, se la llevó con ella. 10 días después, sus abuelos recibieron un llamado de Tucumán diciéndole que su hija había sido secuestrada, que fueran a buscar a su nieta Natalia. Sus abuelos viajaron a Tucumán, allí se pusieron en contacto con las personas que la tenían y luego de 20 días fijaron un encuentro en la Terminal donde vieron aparecer sola a Natalia que tenía dos años, pero nunca tuvieron contacto con las personas que la tuvieron en esos días. Relató que ante la ausencia de sus padres, de pequeña, sus abuelos primero le dijeron que sus papas estaban trabajando, y luego que habían fallecido en un accidente, esto hasta los 12 años. Recordó que desde el momento en que le dijeron que habían muerto no se habló más de sus padres, reflexionó sobre esto. Comentó que en su casa había pocas fotos de sus padres, si había objetos de ellos, pero solo le decían estas son cosas de tu mamá o de tu papa, y nada más, y si ella preguntaba algo, se largaban a llorar, por lo que no se habló más de sus padres, ni de política, ni de nada. Comentó que a sus tres años estuvieron un año con sus abuelos en España y que a partir de que se enteró que sus papas habían muerto en un accidente, ella les decía mamá y papá a sus abuelos. Comentó que en el 85, cuando tenía 12 años, en la plaza san Martin había mesas donde había gente juntando firmas, pidiendo por los desaparecidos y que cuando llegó a su casa preguntó qué eran los desaparecidos y su abuelo y su tía le contaron la verdad sobre la historia de sus padres. Reflexionó sobre el silencio de su familia que recién pudo hablar dos años después de que volvió la democracia. Recordó que se compró un libro a escondidas llamado “Proceso de Reorganización Nacional, la última”, porque quería más información y a sus abuelos no les podía preguntar porque se angustiaban mucho. A los 14 Años fue 2 o 3 veces al Taller Cortazar, pero comentó que se sentía sapo de otro pozo, porque todos los que estaban allí, tenían familias más militantes y más información que ella. Señaló para qué le sirvió pasar por allí. Reflexionó que ser hija de desaparecidos siempre lo vivió como “un peso” y habló sobre sus sentimientos en relación a la militancia de sus padres. Comentó sobre los momentos en que se sintió interpelada por el discurso social pro dictadura, y su imposibilidad de habar o la constante necesidad de defender, a sus padres, decir que habían sido buenas personas y que si bien ahora no se da tanto, estas situaciones continúan en la actualidad. Refirió a anécdotas sobre esto en la escuela, con la mamá de una amiga y con el almacenero de su barrio. Relató el momento en que le contó a su hija la historia de sus abuelos, como la llevaba a las marchas y actos, y lo “pesada” que fue esa experiencia, porque aun no habían salido los juicios, entonces ella tenía que decirles que sus abuelos habían sido desaparecidos por personas que estaban libres y con poder y asegurarles que no les iba a pasar nada a ellas. Comentó que el alivio del peso que sentía, tuvo que ver con el cambio producido en el contexto social, que a partir de los juicios, se abrió la verdad a la sociedad y la respuesta de la gente es algo mejor, en este sentido destacó que desde entonces puede sentir el alivio de decirle a su hija que esto no va a volver a pasar porque los responsables han sido juzgados. Comentó que el hablar con sus abuelos era para ellos muy doloroso, y el relato estaba muy marcado por la “desaparición” más que por lo que habían sido “ellos antes”. Por lo cual su proceso de búsqueda lo empezó después de ir a la agrupación HIJOS, a partir de allí pudo armar una red con la gente que los había conocido. Así viajó a Tucumán a encontrarse con quien había sido el responsable de sus padres. Pero después de esta experiencia no quiso juntarse con nadie más que hubiera conocido a sus padres, porque le resultaba angustiante. Esta entrevista incluye reflexiones sobre la recepción de las fotografías de sus padres que aparecían en el Registro de Extremistas del D2 de la Policía de la Provincia de Córdoba y que le fueron entregadas por el Archivo Provincial de la Memoria.