La Saga de los Confines

volver

La Saga de los Confines es el título de una colección de tres novelas escritas por la autora argentina Liliana Bodoc, y cuyos títulos son Los Días del Venado, Los Días de la Sombra y Los Días del Fuego. Esta obra se inscribe en el género de la fantasía heroica y se desarrolla en un mundo imaginario llamado Las Tierras Fértiles, aunque parte de la acción transcurre en las Tierras Antiguas. El eje de la saga es la lucha de los pueblos de las Tierras Fértiles contra las huestes del perverso Misáianes, hijo de la Muerte.

Reproducimos aquí un fragmento de “Los días del venado”, primer título de la saga:

“- ¡Aquí estamos por fin! -dijo Vieja Kush-. Quítense los mantos y vayan cerca del fuego. Yo voy a preparar agua de menta con miel para olvidar el frío. Dulkancellin colgaba su abrigo cuando vio la caja de madera labrada que aparecía con la lluvia y desaparecía con el sol. Sonrió para sí y levantó la voz hablándole a Kush, que trabajaba en el fuego:

- ¿Qué sacarás esta vez de tu baúl?
- ¡Quién puede saberlo! -respondió su madre.
- Ojalá saques el peine de Shampalwe -intervino Kuy-Kuyen -. Así nos cuentas, de nuevo, cómo fue su boda.
-No -dijo Thungür, frotándose las manos cerca del fuego-. Mejor que saque la piedra roja del volcán para que nos cuente del día que se abrió la tierra y los lagos tenían burbujas de calor.
- Sea lo que sea les contaré una historia…

Cada familia husihuilke conservaba un cofre, heredado por generaciones, que los mayores tenían consigo. Aunque tenía menos de dos palmos de altura, y un niño pequeño podía rodearlo con sus brazos, en él se guardaban recuerdos de todo lo importante que había ocurrido a la gente del linaje familiar a través del tiempo. Cuando llegaban las noches de contar historias, volteaban el cofre haciéndole dar cuatro tumbos completos: primero hacia delante, después hacia atrás y, finalmente, hacia cada costado. Entonces, el más anciano sacaba del cofre lo primero que su mano tocaba, sin vacilar ni elegir. Y aquel objeto, evocador de un recuerdo, le señalaba la historia que ese año debía relatar. A veces se trataba de hechos que no habían presenciado porque eran mucho más viejos que ellos mismos. Sin embargo, lo narraban con la nitidez del que estuvo allí. Y de la misma forma, se grababa en la memoria de quienes tendrían que contarlo años después. Los husihuilke decían que la Gran Sabiduría guiaba la mano del anciano para que su voz trajera desde la memoria todo aquello que era necesario volver a recordar. Algunas historias se repetían incansablemente. Algunas se relataban por única vez en el paso de una generación y otras historias, quizá, nunca serían contadas.

- Pienso en las viejas historias que quedaron para siempre dentro del cofre -dijo Thungür-. Si nadie las contó, nadie las oyó. Y si nadie las oyó…
-Nadie las recuerda -completó Kush, que llegaba con su vasija cargada de menta dulce-.
Siempre repites lo mismo y me obligas a repetir a mí. ¡Tantas veces te lo he dicho! Cuando algo ciertamente grande ocurre suelen ser muchos los ojos que lo ven. Y muchas las lenguas que saldrán a contarlo. Entonces, recuerda esto, las viejas historias que jamás se cuenten alrededor de un fuego, alrededor de otro se contarán. Y los recuerdos que un linaje ha perdido viven en las casas de otro linaje.”

Liliana BODOC
La saga de los confines. I. Los días del venado, Edhasa