El movimiento obrero argentino fue uno de los sectores más perseguidos y golpeados por la represión, en represalia a su gran capacidad de organización y lucha contra las dictaduras de turno. El Cordobazo (1969) marca, en este sentido, un hito incuestionable del enfrentamiento entre las fuerzas obreras y la maquinaria de represión de Estado oligárquico. Sin lugar a dudas, el 24 de marzo de 1976 es un punto de inflexión y determina la puesta en marcha de la fase más profunda y sistemática del proyecto aniquilador. Pero trabajar sobre el eje “movimiento obrero y represión” nos obliga a mirar más atrás e intentar una comprensión más acabada de la historia de la lucha de los colectivos de trabajadores y la evolución de las teorías y prácticas que tendieron a su control y exterminio. En esta oportunidad invitamos a la lectura de fragmentos de un documento producido por el Ejército, denominado “MARXISMO Y SUBVERSIÓN, Ámbito Laboral”. Este material fue utilizado como manual de formación en escuelas militares durante la década del ‘70. El capítulo IV está dedicado a describir y analizar el “Accionar (subversivo) en los ámbitos empresario y gremial”. A partir de este documento se puede indagar sobre el modo en que los militares observaron, evaluaron y construyeron al movimiento obrero como enemigo a aniquilar. Es notable el hincapié puesto en el desmantelamiento de la movilización y de la politización en los ámbitos laborales, el temor a la masa que “busca subvertir el poder”. “No es aventurado identificar con el MARXISMO todas y cada una de las manifestaciones de la SUBVERSIÓN MUNDIAL verificadas en la segunda mitad de este siglo, porque el marxismo no es más que una consecuencia natural y manifestación actual de algunas otras doctrinas o movimientos anteriores que no “perfeccionaron” sistemas vigentes sino que los subvirtieron con miras a reemplazarlos.” (p. 1) En sus páginas realizan una descripción e historización detallada de cada una de las organizaciones que denominaban “bandas de delincuentes subversivos” (a los fines también de hacer la descripción de la evolución del pensamiento marxista en nuestro país). Al momento de enumerar los objetivos de estas “bandas”, uno de los considerados más preocupantes era: “Implantar una democracia proletaria basada en el sistema de ‘diputados’ obreros…” que apuntaba también a “‘Socializar’ la economía, aboliendo la propiedad privada de los bienes de producción, comercio, etc.” (p. 9). O “Necesidad de preparación sistemática del proletariado para capacitarlo a adoptar una franca postura de lucha por el poder” (p. 21). Por otra parte presentan un balance del estado de la lucha obrera previa y posterior al 24 de marzo, haciendo un llamamiento a toda la sociedad para lograr la aniquilación total del enemigo que ellos sintetizan como “Marxismo”. Al respecto de la situación anterior al 24 de marzo, el documento considera: “Creada la organización de superficie se inicia una abierta política de masas, adaptando las distintas situaciones a las necesidades y aspiraciones de los obreros de la fábrica, logrando de esta manera un adecuado grado de movilidad de las masas, por lo cual una vez alcanzado un objetivo inmediatamente es generada otra situación de conflicto y así hasta la conquista del poder gremial” (p. 23) “Esta táctica para provocar conflictos que generan pobreza, la cual agravará los enfrentamientos hasta paralizar el crecimiento económico y desatar la exasperación laboral, suele desarrollarse iniciando o reforzando la infiltración de sus adeptos en los medios fabriles o empresarios a subvertir. (…) Las ideas fuerza que agitan son “las reivindicaciones” siempre crecientes, las “comisiones” o “agrupaciones” paralelas y, por último, “la resistencia”. El centro de gravedad es llevado sobre el sector obrero, especialmente el industrial, quien como consecuencia de la politización de que fue objeto su organización es el considerado más fácilmente manejable y favorable a sus fines subversivos. (p. 14) Una vez descriptas, según su mirada, las estrategias de lucha del movimiento obrero, se presenta el quiebre impuesto a partir del golpe. “A partir del 24 de marzo de 1976, con las FFAA en función de gobierno, se concibió y ejecutó una estrategia nacional que contemplara una acción integral, coherente y coordinada como condición ineludible para enfrentar con éxito a un adversario para quien el fin justifica los medios y cuya agresión alcanza por igual a todos los ámbitos del quehacer argentino” (p. 33). “De acuerdo a lo establecido en el Acta Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional, se suspendieron las actividades gremiales de trabajadores, empresarios y profesionales, lo que, en un primer momento, creó un vacío al no posibilitar la conexión fluida de las bases obreras con ámbito patronal y viceversa” (p. 26). Obviamente, el documento evalúa positivamente la disminución de la protesta obrera y plantea: “Los intentos de alteración del orden promovidos por determinados Cuerpos de Delegados cayeron en el vacío, evidenciándose cabal comprensión de la coyuntura histórica por la que el país atravesaba, al no reclamar aumentos masivos pese a la crítica situación económica por la que transitaba el asalariado.” Es notable que la desmovilización obrera sea atribuida a la “cabal comprensión”, cuando era resultado de la implantación del terror y la aniquilación de la dirigencia gremial combativa. Finalmente, el texto hace un llamado a la sociedad instalando la obligación de aportar a la consolidación del “proceso de reorganización nacional” mediante la aniquilación total de la subversión: “Pero es importante que tengamos clara conciencia que el exterminio del flagelo subversivo no se logra, ni mucho menos, con el aniquilamiento de su manifestación violenta. Habremos logrado la victoria total y definitiva, sin posibilidad de retorno, cuando todos juntos hayamos atacado y vencido las causas que lo originaron.” (p.35).