“El juicio despertó y movilizó sentimientos y recuerdos que van a ayudar a seguir con la búsqueda de la justicia”
Valeria Chavez, junto a su hermana Soledad fueron querellantes en el juicio contra Luciano B. Menéndez. En el siguiente dialogo, Valeria repasa los momentos más significativos del juicio, reflexiona sobre el proceso de la justicia y lo que significa para ella la ausencia de su madre.
¿Cuál fue la primera aproximación que recuerdes sobre la posibilidad de iniciar el juicio a Menéndez?
Me acuerdo que primero había hablado con los chicos de H.I.J.O.S. para reunirnos, iban a venir a mi casa. Anteriormente tuve contacto con Darío Olmo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF); y en ese momento lo hablo para decirle que iban a llegar a casa unas personas y que no sabia quienes eran. Darío me dijo que les abra la puerta, que no me preocupara, que se trata de buenos chicos (ríe)… y bueno ese día vinieron a casa y plantearon todo esto del juicio. Yo no creo en las casualidades, pero justo ese año (2003) había venido a vivir a Córdoba y se me fueron encaminando muchas cosas, de manera milagrosa. Yo vivía en Santa Fe y con mi familia no teníamos intenciones de irnos a vivir a ningún lado, estábamos muy cómodo, pero le ofrecieron a mi pareja la oportunidad de venir a trabajar a Córdoba. Y ahí empezó todo, primero fue lo que nos contaron del cementerio San Vicente y las fosas clandestinas, luego vino lo de H.I.J.O.S: y la restitución de los restos de mi mamá. Y esto empieza a revolver un poco, no es que no había pensado nunca en estas cosas, pero no las había buscado. Nunca me había acercado a H.I.J.O.S., a Familiares, si bien cuando era chiquita la acompañaba a mi abuela, pero era muy chiquita y la acompañaba porque no me quedaba otra. Pero empezar a ser testigo directo de todo esto me pareció mágico, fantástico.
¿Te ayudó este proceso para reconstruir la historia de tu mamá?
No sé, porque lo que yo necesito saber de mi mamá no me lo puede decir nadie más que ella. El agujero que yo siento es esta relación que no tuve con ella. Espero morirme y encontrarme con ella para que me lo cuente.
¿Cómo les trasmitís a tus hijos la experiencia de tu mamá?
¿Cómo le enseñas a tus hijos que esa señora que es más joven que yo en las fotos es la abuela y que no está? Eso es redifícil. Ellos son chiquitos tienen pocos prejuicios y no entienden todo lo que fue el proceso militar y la dictadura que mataba. Pero después fueron aprendiendo más, sobre todo por lo que veían en la tele o leían, o lo que yo les contaba. En realidad no es algo tan fácil de trasmitir, menos a una persona que uno ama y está en pleno proceso de crecimiento.
Y cuando se inició el juicio ¿Qué expectativas hubo en tu familia? ¿En tu casa?
Con mucha expectativa, ellos estaban con expectativa de lo que me pasaba a mí. Y yo siempre estaba un buen rato leyendo el diario o la página del juicio, siguiendo los días que no había podido estar. Pasaba horas en la computadora y como que me levantaba transformada, fue todo un proceso, pero tenía que pasar.
¿Y las audiencias cómo las viviste?
Me pasaba algo raro cuando iba a tribunales, eran días fríos y yo llegaba temblando, pero en realidad no era frío, eran todos los nervios, eso me di cuenta el último día. Uno se va haciendo la idea que no era solo frío. Cuando subía me faltaba el aire y sentía que todas las personas respiraban con la boca al igual que yo. Hubo momentos del juicio que fueron muy crueles y no solo para los que estábamos ahí. Me acuerdo el día que testimonió Piero Di Monti, tuve a la mañana y a la tarde, fue la única vez que pude estar toda la audiencia. El relato fue impactante, en un momento sentía que toda la gente lloraba y que caía como una catarata de lágrimas sobre esa sala. Piero nombraba chicos que habían estado secuestrado en La Perla con el y yo escuchaba a la gente llorar, quejarse, hablar, porque conocían a esas personas y eso me partió, eso me mató. Una cosa es leer un libro o ver una película, pero escucharlo ahí, escuchar sobre lo que le pasó a un hijo, a un hermano, a un padre; y esa gente era conocida y sus familias estaban ahí. Ese día cuando salimos Claudio (Orosz) me contó que dos chicos que había nombrado Piero eran sus familiares, yo me llevaba mucho papel.
¿Los testimonios fueron los momentos más duros en el juicio?
Sobre todo por los testigos de la causa, me parecía muy cruel. Vos lo sentís y todavía sufren mucho por lo que les pasó y seguramente al igual que nosotros le han dejado secuelas para siempre esos momentos. Y me parece cruel que tengan que decirlo y repetirlo después de haberlo dicho tantas veces. Sin dudas, ellos saben cuál es la razón de tener que ir y decirlo frente al tribunal, que esto se sepa, que no pase más, lo entiendo, pero me parece terrible.
¿Qué te generaba estar en esa sala, a pasos de los imputados?
No sé, no mucho, pensé que me iba a dar miedo, que si los veía me iba amedrentar. Pero no, un solo día que me senté en la segunda fila de asiento uno de ellos se dio vuelta y me sostuvo la mirada por un tiempo, algo que no me gusto, no me dio miedo, pero le dije a mi marido que intercambiemos los asientos para que yo no los viera por lo menos. Tampoco me dio bronca, no me hubiera levantado con un cuchillo para asesinar a nadie, me parece que estábamos a la misma altura y nosotros parados sobre un nivel más elevados que ellos, parados enfrente y de la mejor forma, y de la manera que ellos no eligieron, ni quisieron juzgar a nuestros padres. Esa fue la sensación que tenía, como que todo el tiempo tuvimos en un terreno más elevado que ellos.
¿Qué pensás del trascurrir del tiempo? Que hayan tenido que pasar 32 años para llegar al juicio.
Hace dos años atrás jamás hubiera imaginado esto, que empiecen las causas, menos la de mi mamá. Dadas las condiciones en que pasó ese tiempo y la impunidad que hubo, no esperaba que haya justicia, por eso ahora estoy reagradecida, estoy feliz. Lo que no tengo no me lo van a devolver, a lo mejor cuando era chiquita la única justicia que hubiera aceptado como niña hubiera sido que mi mamá regrese y eso hubiera sido lo más justo. Y ahora que yo sé que no está, estoy tan agradecida que nos hayan restituidos los restos, es algo impagable. Estaban desaparecidos. Me acuerdo lo que dijo mi hermana Soledad en el juicio “Si una persona es materia no se puede desaparecer”, y eso es tal cual. Y más, porque no sea materia, son personas, y tienen historias, tienen familia, tienen padres, hijos, hermanos, sobrinos…
…Y no se puede borrar a alguien en el mundo.
No, porque no podés borrar todo el mundo. Digamos, todas las personas están relacionadas a alguien más, el que no tienen familia tendrá amigos, porque Brandalisis no tiene familia, pero vinieron sus amigos. Todas las personas estamos socialmente relacionadas y todo esto hace que una persona no pueda desaparecer, porque no puede desaparecer de la memoria de todos, no pueden desaparecer los rastros que dejo mientras vivió.
¿Cómo recordás el día de la sentencia?
Mi día empezó temprano en mi casa, yo tenía que elegir si iba a la mañana o a la tarde, por supuesto elegí ir a la tarde, hubiese querido estar toda la audiencia, pero no podía. ¿Qué hice entonces? Estaba muy nerviosa en la mañana, en casa tenía la televisión a todo volumen, saque el hidrolavador y lave el frente de mi casa, la vereda. Mandé las chicas a la escuela y a la tarde fui con mi pareja a tribunales, también estaba una prima y una amiga de Soledad, estábamos todos ahí, nos encontrábamos en la explanada de tribunales. Ahí temblaba, lloraba de los nervios, en realidad no creo que haya tenido incertidumbre con respecto a la sentencia porque desde el primer día me pareció que estaba claro quiénes eran los culpables. Recuerdo que cuando entre a la sala de audiencia no había lugar para mí, en realidad no había lugar para nadie. Y buscaron una silla y me senté con Claudio y con Martín (Fresneda), la Sole se sentó atrás, estábamos ahí más unidos que nunca.
¿Y cuando leyeron el fallo, qué sensación tuviste?
Yo no pensé que lo iban a mandar a la cárcel común, después me dio la sensación que tuve a lo largo del juicio: todo fue impecable y yo no sé nada de juicios, no conozco; pero me pareció impecable que un día entrábamos con teléfonos y al día siguiente después de tanto ruido dijeron no más teléfonos; que otro día un imputado no podía venir porque estaba enfermo y mandaron al médico a ver si estaba descompuesto y el acusado tuvo que volver al juicio; que si grita de nuevo la saco de la audiencia, el tribunal fue impecable y la condena fue impecable también. En la cárcel común la gente estalló, eso era importante porque por más que le dieran los años que se merecen, estos tipos no van a pagar todo el daño que hicieron y no van a sufrir lo mismo que sufrimos nosotros, imagínate por mi mamá cuantas personas sufrieron, por todos los desaparecidos cuantas personas, las familias, los amigos y ese sufrimiento no se queda acá. Nuestros hijos van a sufrir porque no tienen abuelos. Tenés que tener uno y no tenerlo para darte cuenta cuánto es lo que te falta. Porque cuando no están se hacen más presente y ese agujero queda siempre.
¿Y vos como tratas de llenar ese agujero?
Mi agujero es lo que no voy a tener, que nadie me va a poder dar, ni lo va a llenar.
Pero que haya justicia, ¿qué significa?
Me calma, me da un poco de alivio saber que no hay impunidad.
¿Cómo estás ahora, después de este juicio donde mucha gente lo siento como propio?
Siento esa sensación que vos decís, que ya la había sentido cuando entregaron los restos de mi mamá. Allí sentía que yo le prestaba mi mamá a todos para que lloren. Yo estaba feliz, si hubiera podido no llorar no lo hubiera hecho porque fue un momento de mucha paz y de mucha felicidad de reencontrarme con los restos de mi mama, porque sabía que no la iba a tener más, obvio, pero que hayan restituidos sus restos fue fantástico. Y ese día los veía llorar a todos y lloraban como si fueran niños y en ese momento sentí esa sensación de estar todos juntos, lo mismo que el día de la sentencia, todos juntos. Es fuerte ese mensaje, que la dictadura no pudo quebrar los lazos solidarios entre las familias y los compañeros, logramos que se rompa un objetivo de la dictadura. Ellos quisieron destruir una juventud que por ahí ahora no hay, vamos a tener que esperar a nuestros hijos para que sean tan valientes como nuestros padres.
¿Qué esperas que deje este juicio en la sociedad?
Creo que despertó y movilizó un montón de sentimientos y recuerdos del pasado que pueden ayudar a seguir con la búsqueda de la justicia.
Esta entrevista fue publicada en el Diario de la Memoria Nº 2