La Doctrina del Miedo.

La Doctrina del Miedo. 
Por Lázaro Llorens *

Córdoba es un claro ejemplo de cómo el Proceso de Reorganización Nacional provocó un sustancial cambio cultural en la sociedad. En los años previos, se vivía en la “Docta” una gran efervescencia social. Existía, “una sociedad movilizada, hiper-politizada, con miles de demandas instauradas en la esfera pública y en la calle”.
 
El juicio contra el General Luciano Benjamín Menéndez y otros siete represores lleva seis semanas. Durante este tiempo, diversos testimonios han mostrado sólo una pequeña parte del horror que se vivió en Córdoba en los oscuros “años de plomo”.

Sin embargo, el horror desplegado desde el Estado, de manera cruenta y deshumanizada, no fue un fin en sí mismo. Tampoco fue producto del exceso de unos dictadores locos de sadismo y ebrios de poder. Como se sostiene en la sentencia judicial del “Caso Echecolatz”, el secuestro, la tortura y la desaparición de personas respondió a una premeditada y sistemática política, destinada a generar un cambio cultural en la sociedad argentina. Cambio que permitió instaurar, como lo denunció proféticamente Rodolfo Walsh en su “Carta Abierta a la Junta Militar”, el actual modelo económico neoliberal.

“La dictadura instauró un nuevo orden económico” comenta Alicia Servetto profesora del CEA (Centro de Estudios Avanzados). Y añade “esto fue posible porque desde el Estado, a partir de la necesidad de construir una nueva hegemonía, se instaló un poder terrorista que le arrebató a toda la población sus derechos, sus certidumbres, sus aspiraciones. Así se generó un nuevo comportamiento social”.

El propio José Alfredo Martinez de Hoz, ministro de economía de la dictadura, amigo personal y representante de David Rockefeller, reconoció este cambio cultural como uno de los principales logros alcanzados por el gobierno de la Junta Militar.

En su libro “Bases para una Argentina Moderna” el “Joe” afirmó: “Bajo el primer gobierno del Proceso de Reorganización Nacional, se llevaron a cabo transformaciones en la estructura y en la mentalidad de los habitantes de nuestro país, que por profundidad e importancia tendrán trascendencia en el futuro para que pueda cumplirse los objetivos de marzo de 1976 (…) consideramos que ha sido de gran importancia el cambio cualitativo que se ha logrado en el pensamiento y en la opinión de la ciudadanía (…) en la actualidad la opinión pública misma reclama con insistencia el redimensionamiento del Estado y el cumplimiento del principio de la función subsidiaria, la privatización de funciones y empresas Estatales, la reducción del gasto público, así como el aprovechamiento de la ventaja que brinda la apertura de la economía”.


Cambio cultural

Córdoba es un claro ejemplo de cómo el Proceso de Reorganización Nacional provocó un sustancial cambio cultural en la sociedad. En los años previos se vivía en la “Docta” una gran efervescencia social. Existía, apunta Servetto, “una sociedad movilizada, hiper-politizada, con miles de demandas instauradas en la esfera pública y en la calle”.

El mítico “Cordobazo”, encabezado por cientos de universitarios y trabajadores, que se opuso a la política económica de Adalbert Krieger Vasena en 1969 fue un fiel reflejo de esa efervescencia. También lo era el sindicalismo de Agustín Tosco, las proclamas tercermundistas de los sacerdotes Erio Vaudagna, José Gaido y Nelson Dellaferrera, el teatro social de Paco Jiménez y Galia Kohan, etc.
Nada de eso quedó tras el sangriento paso de Menéndez. Desde la finalización de la dictadura a la fecha, la provincia estuvo en manos de cuatro gobernadores de ideología absolutamente conservadora. Incluso tres de ellos (Eduardo Angeloz, José M. De la Sota y Juan Schiaretti) fueron abogados o gerentes de la empresa FIAT. Uno de los grupos económicos con mayor influencia en Córdoba, que durante la dictadura se vio envuelto en un escandaloso caso de corrupción, en torno a un negociado de compras de turbinas por parte de la empresa estatal EPEC.

Eso no fue todo. En plena democracia, siendo gobernador de la provincia, Angeloz realizó múltiples actos públicos teniendo a sus espaldas al ex general Menéndez. Lo más curioso es que esta presencia del “Cachorro”, con su inconfundible cabellera canosa y cara de hombre áspero, contó con el silencio cómplice de casi toda la prensa de Córdoba, que no cuestionó la presencia en el palco del sangriento represor.

En cuanto a las consecuencias sociales aun están a la vista. Con la implementación del terror, el importante desarrollo industrial que había alcanzado la provincia a mediados de los ´70, poco a poco fue desmantelado. Desaparecieron así ciento de miles de puestos de trabajos, y los rebeldes sindicatos que habían protagonizado el Cordobazo.

Con lo cual, el desempleo, casi nulo en 1975, se convirtió en una epidemia que llegó a alcanzar en Córdoba el 25% de la población en el 2002. Hecho que a su vez trajo la pobreza y el hambre en una provincia productora de alimentos.

Nada quedó tampoco de la Córdoba de la teoría de la liberación. El clero pasó a estar representado casi con exclusividad por el ex arzobispo de Córdoba Raúl Primatesta. Un cuestionado cardenal, afín al poder secular, que al parecer poco le importaba el prójimo.
Fue denunciado ante la Justicia Federal por Adolfo Pérez Ezquivel, de ser cómplice de las cúpulas militares de Córdoba, por permitir, según la denuncia, el secuestro y tortura de cinco sacerdotes tercermundistas que trabajaban en villas de emergencias de la capital.

Algo similar sucedió en el plano cultural. Tras el proceso militar, el periodista sanjuanino Mario Pereyra de la radio LV3 auto definido como “un hombre muy de derecha” se convirtió en el principal formador de opinión de la “Docta”. Su chabacano programa radial tiene picos de audiencia que superan el 70%.

Un fenómeno pocas veces visto, que hubiese sido imposible antes del sanguinario paso por Córdoba del general Menéndez. Lo llamativo es que ni bien arribó a Córdoba a mediados de los 80, Pereyra inauguró su primer programa televisivo, con una entrevista personal a Menéndez. En ella, según recordó el periodista de Radio Mitre Jorge Martinez, Pereyra, se explayó con “patéticas exaltaciones” respecto el ya retirado general. Hoy incluso en su popular programa matutino Mario Pereyra no emite opinión alguna sobre el juicio oral y público que enfrenta su ex entrevistado especial. Algunos señalan incluso que el periodista sanjuanino fue durante estos 32 años de democracia, uno de los guardianes de la imagen pública de Menéndez.

Pero lo más increíble es que la entrevista televisiva de Pereyra a Menéndez, fue emitida por “Canal 10”. El canal de la Universidad Nacional de Córdoba. Esta institución, en un grave acto de amnesia, olvidó que había sido Menéndez en persona quien durante el proceso militar clausuró la Escuela de Ciencias de la Información de la UNC, con el argumento de que “un micrófono equivalía a un arma”.

Este “olvido” es una muestra de que también en la Universidad las huellas del Proceso Militar calaron hasta el hueso. Los jóvenes universitarios que encabezaron junto a los trabajadores las columnas del cordobazo, eran un recuerdo que era mejor olvidar.
El economista cordobés Salvador Treber, profesor de la UNC, recordó que “tras el regreso de la democracia en 1983, en su cátedra, no pudo plantear durante muchos años estrategias pedagógicas con participación activas de los alumnos, por que los estudiantes, que estaban en el último años de la carrera (eran casi contadores) bajaban la cabeza y no había formas de hacerlos hablar”. Ocho años de terror, agrega Treber, “los había intimado de tal forma que los alumnos no pedían superar el miedo”.


El poder del miedo

En definitiva el terror fue solo un instrumento sociológico para lograr un objetivo económico. Y su uso no fue al azar. Menéndez y las cúpulas militares conocían con suma precisión las consecuencias sociales que generaría su “Doctrina del Miedo”. Así lo evidencia una nota publicada en 1976 en la revista militar Cabildo, titulada “Reflexiones sobre la guerra cultural”.

Su autor, el general Acdel Vilas textualmente expresaba: “Argentina es hoy un país de inteligencia de izquierdista. Su cultura es izquierdista, sus reacciones son izquierdistas y cada vez mas lo son sus costumbres públicas y domésticas. Este marco cultural debe ser destrozado cuanto antes y sin contemplaciones.

El terror es el camino que, casi de un manotazo, aventa y destruye todo lo que ha acumulado la civilización. Por el terror todo vuelve a su estado primario, a su nivel pre-racional, y todo se torna inútil, el hombre abandona todo su mundo heredado para preocuparse de su pura biología”.
Confirmando la tesis del general Vilas, el psicólogo social Enrique Virdó, profesor de la UNC, añadió que “el miedo es una emoción natural que tiene que ver con la preservación del individuo y la especie. Su uso excesivo produce una deshumanización del individuo, y la paralización de su pensamiento”.

Claro que el uso del miedo como instrumento de control social, no fue un invento argentino. El general Vilas, en su nota de la revista Cabildo expresó también que “la inteligencia militar argentina estaba siendo atiborrada con las últimas técnicas de psicopersuación desarrolladas por los expertos en guerra psicológica”. ¿Quién eran esos expertos?

El interrogante lo devela la reputada periodista canadiense Noami Kleim en su flamante libro la “Doctrina del Shock”. Según Kleim, el uso del terror como método para “limpiar” la conciencia colectiva de los pueblos provino de la Agencia de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), mediante un manual de tortura llamado “Kubark”, que ahora ese país está usando en la guerra de Irak. El “Kubark”, explicita la periodista, fue redactado en 1963 e inculcado por los Estados Unidos a todos los gobiernos militares del Cono Sur a través de la Escuelas de las Américas. Su objetivo fue establecer un método sistemático del terror, en todo el continente, que permitiese generar las bases sociales para instaurar el capitalismo contemporáneo.

Noami Kleim, quien en su libro le dedicó un extenso capítulo a la dictadura Argentina, relata también que el “kubark” fue diseñado a partir de las investigaciones científicas que llevó adelante el psicólogo conductista Ewen Cameron y que fueron financiadas por la CIA. Cameron descubrió, utilizando en sus experimentos a personas reales, que mediante electroshock (picanas), aislamiento y tortura, podía destruir la mente de su paciente hasta llevarlo de vuelta a la infancia, en una regresión absoluta, logrando que estos pidan el biberón, se orinen encima y se chupen el dedo.

Pero además, la periodista canadiense señaló que el manual de torturas de la CIA, pautaba un conjunto de técnicas que los militares debían cumplir estrictamente para “colocar al prisionero en estado de profunda desorientación y de shock”. Técnicas que eran exactamente iguales a las que aplicó Menéndez en Córdoba. Textualmente estas eran “arrestos a la madrugada o primera hora de la mañana, golpizas, encapuchamiento, total aislamiento, desnudo forzado, electroshock, etc.”.

El uso adecuado de estas técnicas, sostiene Kleim, permitió que no solo los detenidos sufriesen terror y delaten a sus compañeros, sino que paralelamente toda la sociedad entre en un estado de shock. Y partir de allí “como el aterrorizado preso que confiesa los nombres de sus camaradas y reniega de su fe, las sociedades en estado de shock a menudo renuncian a valores que de otro modo defenderían con entereza”.

Ese estado de shock, al que hace alusión Kleim, fue exactamente los que se vivió en Córdoba durante el Golpe Militar. El psicólogo Virdó recordó como en aquellos años, el terror invadió toda la sociedad. “Estaba esa sensación de gran incertidumbre. De que no sabías que iba a pasar. Hasta el más “inocente” tenía terror. Nadie se animaba a hablar. Nadie animaba a opinar. Nadie se animaba a leer lo que no se podía leer”.

Fue de esta manera, mediante la “Doctrina del Miedo”, como Menéndez no solo eliminó a miles de personas, si no que además, con una mano de cirujano, extirpó determinadas ideas y pensamientos de “izquierda” que estaban fuertemente instalados en el imaginario colectivo.

La destrucción de este “marco cultural”, como lo exigía el general Vilas en su nota, gracias a las técnicas del “kubark” de la CIA, fue lo que generó un profundo cambio en la mente de los habitantes de Córdoba y Argentina. Sobre ese genocidio político y cultural, se asentó el actual modelo económico de exclusión y concentración de la riqueza que desde 1976 a la fecha se mantiene inalterable.

*Periodista. Nota publicada en la revista Veintitrés, cedida gentilmente por su autor.