A partir de la segunda semana de juicio, comenzaban los testimonios. Los primeros testigos –sobrevivientes de La Perla– se transformaron en protagonistas de estas audiencias, trasmitiendo por medio de su relato, sus gestos, sus silencios, sus lágrimas, el horror, la experiencia del secuestro, la detención, la tortura y la vida en La Perla. En esta etapa, también se incluyeron proyecciones de documentales sobre los enterramientos clandestinos y testimonios de familiares, amigos y conocidos de las víctimas por las que este juicio se desarrolló.
Los imputados tienen derecho a no estar presentes en la audiencia durante la declaración de los testigos. Menéndez, Vega y González, hacen uso del mismo durante todas las audiencias. Sin embargo, deben esperar que el testigo los reconozca mirándolos a la cara. El resto permanece en la sala. Algunos escriben, otros hacen algún gesto cuando el testigo los nombra en el relato.
Teresa Celia Meschiatti, es la primera que declara y muestra a todos los presentes como se lleva a cabo este ritual que imponen las reglas de la justicia. Reconoce a los imputados, por su nombre y apodo. Luego jura, se sienta y finalmente comienza. Primero hablan libremente, narran lo vivido. Luego, el Juez da lugar a que cada una de las partes haga las preguntas. Teresa Meschiatti, estuvo dos años, tres meses y tres días, en la perla. Recuerda que apenas llegó al Centro de Detención comienzan a torturarla. “No sé cuantas horas fueron, pero pasó mucho tiempo”. A pesar de lo terrible de la situación recuerda que lo peor fue cuando se fueron y la dejaron desnuda, vendada y atada, frente a un grupo de hombres que hablaba y la miraba. “De la tortura no se vuelve mas”. Recuerda haber visto a los cuatro jóvenes. No sabía sus nombres, pero los vio en La Perla. Describe a Manzanelli como un hombre muy formado que sabía mucho de historia. Y afirma “Un día me pidió perdón por torturarme”. Contó que se realizaban listas de las personas que estaban detenidas, una quedaba en La Perla, otra era enviada al Tercer Cuerpo para Menéndez y la otra al Destacamento de Inteligencia 141. Finalmente, en el año 1978, puede volver con su familia definitivamente. Sin embargo, estaba controlada. Una noche Manzanelli la visitó en su casa. “Era verano, estaba con mi hijo en el patio y apareció el señor”, recuerda. A qué respondían los “Privilegios” con los que contaba, pregunta el defensor Agüero. A lo que Teresa responde y sin titubear: “Esa pregunta tienen que responderla los militares”.
La jornada culminaba con lo que sería apenas el comienzo de los relatos que darían cuenta de las muertes de estos cuatros jóvenes y de la existencia de un plan sistemático de exterminio.
Esta crónica fue publicada en el Diario de la Memoria Nº 2.