“El Padre” de la Aberración.
Por Marcelo Meloni *
Como a todos los chicos que nacimos en la segunda mitad de la década del ´70, nos fuimos enterando de a poco y, casi en cuenta gotas, de lo sucedido en la época de la dictadura.
“El 24 de marzo del ´76 a la casa de tus abuelos la vaciaron entera”, “Al Toto lo buscaron por todos lados”, “Tu tío estuvo dos años presos y nadie sabía nada”, “Tu abuela recorrió todos los lugares habidos y por haber y nadie les dijo nada”, “Siempre recuerdo que cuando tu abuela fue a verlo a Primatesta para saber del paradero de tu tío él le contestó que casos como éste tenía un montón”. Esas fueron algunas de las frases que, a cuenta gotas, me fueron involucrando a la verdad histórica.
Pero, los de nuestra generación no conocimos, hasta ser ya adolescentes, sobre tipos como Menéndez, Videla, Masera o Martínez de Hoz, por mencionar algunos. Personas que fueron los responsables de la más brutal represión, desaparición, muertes y robos del último siglo a nivel sudamericano.
Cuando a mediados de la década del 80 nosotros cursábamos la primaria, nuestras señoritas nunca hablaron de la dictadura, en la currícula escolar nunca se nos explicó que fue la represión.
Siempre se nos ocultaron las cosas, nuestras familias tenían miedo de hablar, las maestras tenían miedo de enseñar, los curas miedo de predicar; todos tenían miedo. Tuvimos que ver a las madres dar vueltas a la plaza para luego hacer la incómoda pregunta “¿Qué hacen esas mujeres?” y nuestras madres contestaban: “Están buscando a sus hijos”. Fue con esas cosas como nos fuimos enterando, como fuimos aprendiendo.
Ahora de grande y con la libertad de poder buscar, comprar o pedir prestados y estudiar algunos libros, nos pudimos enterar de las aberraciones, de las violaciones y del “peligroso” orgullo que sintieron y sienten los militares que actuaron en el Proceso.
El primer día del juicio contra Menéndez quise estar dentro de la sala cuando entrara “El Cachorro y su patota”, quise saber qué es lo que sentían los familiares de desaparecidos. Hablé con mucho de ellos, escuché muchas historias y cuando volví a casa me di cuenta que ese tribunal estaba juzgando, no solo los delitos, sino también las formas de actuar de esos viejos militares. La forma en que llevaron adelante sus ideas de exterminio.
Menéndez es, a todas luces, “el padre”, de la aberración, del miedo que sintieron todos, de las violaciones, de las desapariciones, de los operativos, en definitiva, de las muertes. Vaya paradoja pensando que el domingo muchos de los de mi generación no tendremos un lugar para dejarle una flor a nuestros padres, los que estarían sin duda orgullosos de vernos y de saber que compartimos sus ideales y que, como ellos soñaron, conocemos toda la verdad.
*Periodista