La cárcel común para Menéndez es muy posible.
Por Mariano Saravia *
Lo que está ocurriendo en la Justicia Federal de Córdoba es histórico: Luciano Benjamín Menéndez en el banquillo de los acusados, acusado de delitos de lesa humanidad, luego de 30 años de cometidos y 25 años de democracia. Sin temor a equivocarnos, decimos que este juicio es el más importante en la materia, luego del juicio a las juntas de 1985.
Argentina ha logrado esto gracias, en primer lugar, a la lucha inclaudicable de los organismos de Derechos Humanos, y en segundo lugar a un gobierno que ha creado las condiciones políticas propicias como la derogación de las leyes de impunidad de Alfonsín y los indultos de Menem.
Pero más allá de la importancia de este histórico proceso, hay un símbolo importante: ¿dónde cumplirán su condena si finalmente son encontrados culpables? ¿En su casa o en cárceles comunes?
Al respecto no cabe humanamente la burla de que un genocida pueda cumplir su castigo en la placidez de su hogar. Por ejemplo, los jerearcas nazis condenados en los históricos juicios de Nüremberg fueron todos a cárceles comunes, aunque fueron muriendo sucesivamente. Pero Rudolf Hess, por ejemplo, murió en una cárcel común, la de Spandau, con 90 años cumplidos.
La ley 24660, en su artículo 33 marca claramente que será facultad de los jueces decidir que una persona de más de 70 años de edad pueda cumplir su condena en su casa y no en una cárcel. Pero hay que remarcar que se trata de una facultad, no una obligación para el juez.
Un buen ejemplo, más cercano que el del criminal nazi Rudolf Hess, es el del genocida argentino Miguel Etchecolatz, quien fuera condenado a reclusión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua en septiembre de 2006.
En un fallo ejemplar, el tribunal conformado por Norberto Lorenzo, Carlos Alberto Rozanski y Horacio Isaurralde condenó al ex comisario de la Policía Bonaerense a cumplir su pena (seguramente hasta su muerte) en una cárcel común.
A continuación reproduzco los fundamentos en que se basa esta decisión, por la importancia que tienen en este momento histórico para Córdoba y el país. Revista 23 tuvo acceso a este fallo histórico:
“El lugar de cumplimiento de la pena.
Respecto del lugar de cumplimiento de la pena, entiendo que en el caso de Etchecolatz no corresponde otorgarle el beneficio que permite la detención domicialiaria de aquellos penados que tengan más de 70 años de edad. Ello por las razones que paso a exponer.
El imputado tenía en su domicilio, en pleno juicio una pistola de grueso calibre y una cantidad significativa de municiones. Eso habla de la peligrosidad del individuo y motivó que se le revocara el beneficio del que venía gozando y al que en todo momento me opuse.
Etchecolatz es autor de delitos de lesa humanidad cometidos en el marco e un genocidio, que evidenció con sus acciones un desprecio total por el prójimo y formando una parte esencial de un aparato de destrucción, muerte y terror. Comandó los diversos campos de concentración en donde fueron humilladas, ultrajadas y en algunos casos asesinadas las víctimas de autos.
Etchecolatz cometió delitos atroces y la atrocidad no tiene edad. Un criminal de esa envergadura, no puede pasar un solo día de lo que le reste de su vida, fuera de la cárcel. Así voto”.
Etchecolatz tenía, al momento de la condena, 77 años. Hoy tiene 79 y sigue en una cárcel común.
Menéndez tiene 80 años, y los delitos que se le imputan a él y a los otros siete acusados, no tienen nada que envidiarle a los de Etchecolatz.
Que no hayan nombrado defensor habla de la poca expectativa de los acusados en poder zafar de condenas ejemplares. Más allá del circo de no reconocer la autoridad de la Justicia de la democracia, los acusados saben que casi no tienen posibilidades debido a la abrumadora cantidad de pruebas que han recolectado los fiscales y los abogados querellantes (Claudio Orosz y Martín Fresneda) en relación a la causa Brandalisis. Pero sí siguen poniendo todas sus fichas a la humanidad que ellos nunca mostraron, y a las garantías que ellos les negaron a sus víctimas.
Cuentan lo que lo han tratado, que a Menéndez la única esperanza que le queda es pasar sus últimos años pudriéndose en su casa, carcomido en su veneno y en los remordimientos que, aunque no los demuestre, deben aparecer de tanto en tanto, para atormentar su escasa conciencia de ser humano. "Lo que no toleraría, es ir a una cárcel", comentó alguien que lo trató. Y bueno, deberá tolerarlo, si los jueces lo deciden. No se preocupe, general, que en estos tiempos, por más que las cárceles no sean lo que esperamos que sean, por lo menos nadie lo va a torturar hasta la muerte, como usted ordenó según la acusación que se está ventilando en este juicio.
Quizás él prefiriría una muerte rápida. Mejor que no sea así, que se lo proteja lo suficiente como para que pueda saborear bien el castigo tras las rejas concretas y frías de una prisión, y que no pueda seguir el cobarde ejemplo de su camarada de armas, el general César Anadón, quien se pegó un tiro para no afrontar las acusaciones en el marco de esta misma causa.
Por consiguiente, si bien no lo veremos durante el juicio con las esposas en las manos, como sería deseable, esperemos por lo menos que cuando sean condenados, podamos verlos entrar a la cárcel de Bower, con los presos comunes, como se merecen.
* Periodista