El jueves 5 de junio, es el turno de otro sobreviviente. Piero Di Monte, es el primer testigo que hace el reconocimiento de los imputados mirándolos a la cara, parado en frente de ellos. Los nombra uno a uno, y finalmente les dice “mis Amigos”. Luego debe aclarar que lo ha dicho irónicamente, ante la reacción de Agüero. La declaración de Piero Di Monte se desarrolla a lo largo de toda la jornada, dando detalles claros del funcionamiento y estructura del Centro Clandestino de Detención, así como también relatando dolorosamente las situaciones vividas por él y otros compañeros. Cuenta que fue secuestrado en septiembre de 1976 y trasladado a La Perla. Luego, también llevan a su mujer, embarazada de su primera hija, y ambos son torturados salvajemente.
Por la tarde, Jorge Acosta pide declarar y acusa a Piero Di Monte de haber sido agente de inteligencia. Cuenta que el Batallón 601 había incorporado personal de inteligencia de organizaciones terroristas, y que Piero Di monte era un agente encubierto de inteligencia, que estaba en peligro de ser descubierto por la organización. Por ese motivo, se fraguó su secuestro en su casa, haciendo toda una especie de circo.
Luego, vuelve el testigo y retoma su testimonio. “Somos frutos del error de ellos. Porque somos los vivos los que podemos denunciar lo que paso”, expresa cuando es informado sobre las acusaciones de Acosta, y tranquilamente responde: “Yo pensaba que la defensa se podía mover de otra forma, pero está claro cuál es el problema: ellos cometieron errores, ¿y sabe cuál fue el error? Nosotros quedamos vivos”. Finalmente, en marzo del 77, Di Monte, es trasladado al Destacamento de Inteligencia 141. Es en ese período cuando entró en contacto con su familia. “Pero no tenía ningún tipo de libertad”. “Somos lo más incomodo para la sociedad. Somos los que denunciamos y se nos culpa. Nos costo el asilamiento de todo el sistema”, afirma.
La Defensora Oficial, Mercedes Crespi, realizó una pregunta que hizo sistemática a casi todos los testigos, sobre la participación de los detenidos en peñas durante su detención en La Perla. La respuesta de Piero di Monte, en un tono calmo, fue contundente y a la vez emotiva: “Se nos permitía cantar, no era una peña. ¡Imagínese que peña! una persona cantando gracias a la vida con los ojos vendados…” “Ese mundo no lo manejábamos nosotros. Las guardias estaban a cargo de la Gendarmería, y había más piolas y más difíciles. Las guardias piolas, en vez de darte de comer agua con algún fideo, te daban comida. Y cuando llegaba el fin de semana te daban más espacio de libertad, como poder hablar. Pero siempre estaba relacionado a alguna situación extraordinaria, porque después llegaban los camiones”. Se refería a los camiones que trasladaban a los detenidos para ser fusilados.
Esta crónica fue publicada en el Diario de la Memoria Nº 2