Aquella mañana de 24 de julio, otro 24 para la historia, amanecimos con dos intrigas: ¿hablarán?, en caso de hacerlo se descontaba una repetición de argumentos arto trillados, por ellos y sus abogados. La otra intriga apuntaba al Tribunal, ¿dónde serán alojados los condenados?. La contundencia de las pruebas obtenidas durante el juicio no dejaba mucho margen para que la preocupación recayera sobre las penas.
El ingreso a la sala de audiencias fue más complicado que otros días, nadie quería quedar afuera y las butacas no alcanzaban. El recinto se vistió de tribuna, las escaleras ocupadas por los que quedaron sin asiento y en el fondo las puertas abiertas para que los de más atrás al menos pudieran asomar la cabeza. En la puerta miles se apropiaron de la calle y aguardaban expectantes con la mirada fija en algunas pantallas dispuestas para la ocasión y amontonados alrededor de torres de sonido bajo un intenso sol de invierno.
Última Palabra
Todos de pie para que ingresen los magistrados y acto seguido se ofrece el uso de la palabra. Por jerarquía, al igual que como están sentados, arranca Menéndez desempolvando un arrugado machete del bolsillo. A pesar de que sus palabras son siempre iguales desconfía de su edad o su memoria y elige leerlas. Recorre frases de Lenin y Gramci en donde busca justificarse. Se extiende una larga media hora en donde más que indignar, aburre.
A su lado el Teniente Coronel Hermes Rodríguez hace gala del apodo que le pusieron sus subordinados hace 30 años, “salame” y se trastabilla con las palabras que no puede hilvanar. Agradece a sus abogados por la “lucida” defensa que le confirieron. A su turno Acosta, el único que tuvo abogados propios y buscó una estrategia defensiva individual, también se diferencia y es el único que elige no hablar. Los suboficiales empiezan con Manzanelli quien brevemente agradece al Tribunal por el respeto hacia ellos durante todo el juicio y reitera su satisfacción por el desempeño de los abogados defensores. Vega, Díaz, Padovan y Lardone no escapan a lo ya dicho por sus camaradas. Jaime Díaz Gavier anuncia un cuarto intermedio de algunas horas para volver con el veredicto.
Queca está Presente
Al desalojar la sala muchos se van a despedir a la Queca Moller, histórica compañera de Familiares, ejemplo de lucha y lucidez que por pocas horas no pudo escuchar algo por lo que tantos años luchó. Aunque ausente, estuvo presente en toda la jornada. Para muchos su recuerdo permanecerá imborrable como un gran ejemplo.
Entre choripanes y cánticos varios un gran lienzo extendido en la calle atrae las destrezas de los presentes. Pinceles, fibrones y manos pintadas dejan su estampa para que luego se recorten trozos en forma de pañuelos para que cada uno se lleve un “souvenir” de esta jornada.
El reloj marca las cuatro y los acreditados se amontonan en el primer piso para ingresar a la sala que cada vez queda más chica. En este segundo tiempo se sumó un gran listado de protocolo encabezado por el gobernador, el intendente, la rectora de la UNC y una delegación recién arribada de Bs. As. con funcionarios, intelectuales y representantes sociales. Una hora después sólo faltan los imputados, que por primera vez en el juicio deben ingresar y ver de frente la sala llena, siempre fueron ellos los primeros en entrar y de espaldas aguardaban el ingreso del público.
Una multitud de fotógrafos apuntan sus flashes a esa puerta, destinada sólo al ingreso de jueces, testigos e imputados. Son apenas tres o cuatro metros, pero se sienten muy incómodos al tener que atravesar ese pelotón de reporteros para llegar al banquillo que con vidrios blindados “los protege”. Esos rostros tan celosamente ocultados durante décadas (a la mayoría de ellos recién se los conoció al inicio del juicio) fueron foco de cientos de fotos en pocos segundos. La impunidad llegaba a su fin, se desplomaba.
El presidente del Tribunal arranca anunciando que leerá la parte resolutiva del fallo, para los fundamentos, tal como lo indica el código, habrá que esperar cinco días hábiles. Lo primero que lee son ocho puntos en donde “no se hace lugar” a los recursos y planteos formulados por la defensa de los genocidas.
Recién con el noveno inciso lo más esperado: “Declarar a Luciano Benjamín Menéndez, ya filiado, coautor mediato penalmente responsable, de los delitos de privación ilegítima de la libertad calificada por tratarse de un funcionario público, agravada por el uso de violencia, por la duración y por haberse cometido para compeler a la víctima a hacer, no hacer o tolerar algo a lo que no estuviese obligada; imposición de tormentos agravada por la condición de perseguido político de la víctima y homicidio doblemente calificado por alevosía y por el concurso de una pluralidad de partícipes…e imponerle en tal carácter para su tratamiento penitenciario la pena de Prisión Perpetua e Inhabilitación Absoluta Perpetua, accesorias legales y costas… en consecuencia revocar su prisión domiciliaria y ordenar su inmediata detención y alojamiento en una unidad carcelaria dependiente del Servicio Penitenciario de la Provincia de Córdoba”.
La alegría, la emoción y las lagrimas inundaron la sala, nadie creía lo que se acababa de escuchar, Menéndez condenado a cumplir una pena perpetua en una cárcel común!
Tras el pedido de silencio, Díaz Gavier continúa con Rodríguez y Acosta, ambos reciben una pena de 22 años con la misma argumentación a excepción del asesinato de las víctimas, donde no se pudo probar la participación de estos imputados. Lo mismo ocurrió con Vega, que por su menor jerarquía fue condenado con 18 años de prisión. El resto de la patota, Manzanelli, Díaz, Padovan y Lardone recibieron la misma pena perpetua que Menéndez como autores de los secuestros, torturas y asesinatos. En todos los casos se dispuso revocar los beneficios y alojar a todos los condenados en una cárcel.
A esta altura la sala era un solo estallido y los gritos de la calle se hacían sentir. Cada uno como pudo fue saliendo y corriendo por las escaleras los querellantes Claudio Orosz y Martín Fresneda arrastraron a los presentes para ir “a festejar con la gente que hizo posible esto”.
Por Martín Notarfrancesco
Esta nota fue publicada en el Diario de juicio, publicación digital realizada por H.I.J.O.S. Córdoba con la colaboración de periodistas independientes.