La testigo que le quitó el rango al General
Mirta Susana Iriondo, es también sobreviviente del horror de La Perla. Ingresa a la sala de audiencias y se para frente a quien fuera el comandante del Tercer Cuerpo de Ejército y lo identifica como “El ex general Menéndez”. El imputado reacciona y sentencia: “Soy general retirado”.
El testimonio de esta mujer, secuestrada en Buenos Aires y luego trasladada a La Perla, da cuenta de la conexión y coordinación del aparato represivo entre los Centros Clandestinos de Detención de Buenos Aires y Córdoba. Mirta es secuestrada cuando estaba con su hijo de un año y nueve meses. Ante la llegada de tres vehículos empuja a su hijo hacia un costado y trata de escapar. Es capturada junto a Luis Fabri. Allí empezaría su viaje al terror con la cruel incertidumbre de no saber el destino de su hijo y el peso de sentirse culpable de su abandono. Con cinta adhesiva en los ojos y la cabeza encapuchada la llevan al Vesubio, Centro Clandestino de Detención de La Matanza, donde la torturan a golpes y picana eléctrica. Da detalles de su paso por el Vesubio, donde las condiciones eran terribles. Cuando la obligan a subir a un avión lo hace aterrorizada, dado que ya habían escuchados relatos sobre los vuelos de la muerte. Finalmente, el avión aterriza en Córdoba, donde la espera Acosta
quien le dice “Usted está en manos del Ejército Argentino”.
Mirta logra sumarse a los trabajos de limpieza y otros que hace junto a “Tita” Buitrago en La Perla. De esta forma puede tener por momentos situaciones más relajadas, quitarse la venda cada tanto para barrer la cuadra, lavar la ropa, curar a los que volvían de la tortura o acompañar al baño a quienes se movían con dificultad. Logra reconocer en La Perla a las cuatro víctimas, cuenta sus charlas con Hilda Palacios preocupada por sus dos hijas; y le muestra al Tribunal, los dibujos que Raúl Cardozo había realizado en La Perla, en improvisadas tarjetas de año nuevo.
Otros de los testigos fue el ex gendarme Carlos Beltrán, quién se negó a disparar a una pareja de detenidos, desafiando a Manzanelli, quién lo trato de cobarde y lo golpeó. El ex gendarme relató como Manzanelli fusiló a una mujer embarazada.
La jornada se completó con Hilda Cardozo, hermana de Raúl Osvaldo, relatando como vivió su familia la desaparición de su hermano. También, Marta Bernabé, vecina de las víctimas, recordó algunos movimientos raros en la casa de sus vecinos, ese día y que no volvió a ver a Enrique Lajas. Por último, Marta Lajas, una de las hermanas de Enrique. Al final, le pide al presidente del Tribunal, Jaime Díaz Gavier, que la dejara leer una poesía que escribió el día que comenzó el juicio. “Es en homenaje a mi hermano y a todos los desaparecidos”, afirma. “No tuviste oportunidad de despedirte, no pudiste decirnos con una sonrisa hasta luego, hasta mañana, hasta pronto. No pudiste abrazarnos, besarnos. A pesar de todo querido hermano no puedo decirte adiós, como decirte adiós si estás presente en mi corazón.”
12. ¿Dónde están los restos de su hijo?
“Mi mamá nunca pudo estar por su estado de salud. Es hipertensa y tiene pre infartos. Llora y me dice: yo soy la madre y no puedo estar. Entonces me pidió si les podía decir a estos señores si les podrían decir donde están los restos de su hijo, para poder enterrarlo y morir en paz.” Silvia Lajas, Hermana de Carlos, pregunta primero mirando al Tribunal y luego gira y mira a los acusados: “Por favor, se los pido, díganlo ahora para que mi madre pueda morir en paz”. Ellos miran para abajo. Así culminaba el testimonio de otra de las hermanas de Lajas, quien relato el allanamiento que le hicieron a su familia hora después de haber secuestrado a Carlos. Reconoce a Díaz y Padován. Sin saber sus nombres recuerda que fueron parte del grupo que allanó su casa horas después de desaparecido su hermano Carlos.
13. Otro sobreviviente
Héctor Kunzman, también estuvo detenido en La Perla. “La tortura psíquica no se va nunca”, al igual que el “sometimiento y la servidumbre no se olvidan”, reflexiona Kunzman. Además de relatar los calvarios por los que pasaron todas las personas que pasaron por los Centros Clandestino de Detención, afirmó haber visto en La Perla a las cuatro víctimas de la causa, y recordó que lo llevaron a un secuestro, junto a personal de inteligencia a “una lomitería humilde”, explica. Se trataba de la casa de Carlos Lajas.
Esta nota fue publicada en el Diario de la Memoria Nº 2