Silvina Parodi y Daniel Orozco tenían 20 y 22 años cuando fueron secuestrados al atardecer del 26 de marzo de 1976, por un grupo de tareas que asaltó su casa de Coronel Olmedo 1486 en el barrio Alta Córdoba. Estaban recién casados, estudiaban Ciencias Económicas, militaban en el PRT y esperaban un hijo. Un certificado médico hallado en su casa indicaba la posible fecha del parto para “fines de junio o principios de julio”.
La joven fue vista en La Perla por varios sobrevivientes, con su ostensible panza tapada por una manta, como si los captores quisieran ocultar su condición. La prisionera Graciela Olivella la encontró en las duchas, desnuda y custodiada por un gendarme. Le preguntó de cuánto tiempo estaba embarazada y Silvina le contestó: “Seis meses y medio”.
El 14 de junio del 76, Silvia Ester Acosta aguardaba una cesárea por una complicación de su embarazo en la sala de preparto de la Maternidad Provincial. Allí fue testigo del parto de Silvina: “Al lado de mi cama había dos camas más. Trajeron a una jovencita entre dos con las esposas. Ella se resistía. Tenía una bata corta, el pelo cortito, mal cortado... En un ataque de nervios se arrancó la bata y vi toda una parte del cuerpo con marcas, quemaduras y moretones. Era impresionante. Pregunté por qué la trataban así. Yo no militaba ni tenía idea de lo que estaba pasando. Me dijeron que me callara, que no dijera nada. Pregunté de dónde venía y unas enfermeras me dijeron que venía del Buen Pastor (la cárcel de mujeres). Nos dejaron en un momento a solas. Ella se enderezó y me miró intensamente. No me dijo nada, pero me acuerdo de esos ojos”.
“Después trajeron un biombo e hicieron una barrera humana con médicos y gente de ahí –narró Acosta 38 años después ante el tribunal de la megacausa–. Le decían que pujara. Y ella gritaba que no quería tenerlo. Decía: ‘Es mío, es mío’, y otra voz le decía: ‘No te lo van a quitar’. ‘No, no... ¡No lo voy a ver más! ¡Me lo van a robar!’, lloraba. Después pasó un tiempo. Hubo silencio hasta que se escuchó el quejido de un bebé. Creo que alguien se lo llevó y entró una camilla y se la llevaron a ella. Para mí, ese niño nació ahí en la sala de preparto. También había unas monjas vestidas de blanco”.
En otro testimonio categórico, el médico pediatra Fernando Agrelo, entonces director del Hospital Pediátrico Casa Cuna, aseguró que el niño “efectivamente nació” y detalló: “Yo vi a Silvina Parodi de Orozco y a su bebé. Cuando los atendí la criatura tendría entre una o dos semanas. Estaba en perfecto estado de salud. Y hasta le enseñé a la madre a darle el pecho. Los vi en la cárcel del Buen Pastor, creo que era invierno, en 1976. Después vi y visité varias veces al bebé, ya solo, sin la madre, en la Casa Cuna”.
Como testigo propuesto por Abuelas de Plaza de Mayo delegación Córdoba, el periodista y titular del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) Horacio Verbitsky aseguró que desde ese centro de salud administrado por monjas se entregaban los bebés apropiados por los represores, con la anuencia del entonces arzobispo de Córdoba y presidente del Episcopado Raúl Francisco Primatesta y el conocimiento del juzgado federal a cargo de Adolfo Zamboni Ledesma.
Además, recordó que junto a la abogada María Elba Martínez y el premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel presentaron una denuncia que derivó en el allanamiento de la Casa Cuna. Allí “debieron forzar unas puertas y tirar abajo una pared para llegar a esa documentación, que probaba la participación eclesiástica sobre la desaparición de esos niños nacidos en cautiverio”. Entre esa documentación, un cuaderno donde la monja Monserrat Trigo “anotó el nacimiento” del hijo de Parodi y Orozco. Cuando la religiosa fue citada por la Justicia Federal para declarar, la Iglesia Católica la trasladó fuera del país. “Una práctica común cuando se está por determinar su complicidad, la de la Iglesia”, señaló Verbitsky.
Desde el día del secuestro, Sonia Torres ha buscado a su hija, su yerno y su nieto durante cuatro décadas. El robo de ese bebé –uno de los más de 540 apropiados por la dictadura– es el primer caso de “sustracción de menores” en el contexto del plan sistemático de exterminio de opositores políticos que se juzga en Córdoba. Al declarar en el juicio, el 5 de marzo de 2013, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba dijo: “Yo salgo todos los días a buscar a mi nieto y a los de todas las abuelas. Por eso quiero decirte, nieto querido, si estás escuchando esto, que vengas, que te estamos buscando desde que te tenían en la pancita. Tus padres sólo trabajaron para una sociedad más justa, solidaria y equitativa. No tengas miedo de buscarme. Yo quiero contarte por qué desparecieron a tus padres. Ellos estaban en la vereda del frente y pensaban distinto a los militares. Por eso los secuestraron. Hay millares de documentos, pero yo quiero contarte desde el corazón para que no sientas odio. Yo quiero que sepas quién era tu padre, un hombre de bien y solidario. Tu mamá era una jovencita de veinte años estudiosa y solidaria”.
Tanto la querella de Abuelas –representada por las abogadas María Teresa Sánchez y Mariana Paramio– como el Ministerio Público Fiscal solicitaron –en el expediente de la causa “Díaz”– la pena de prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua para los miembros del Grupo de Operaciones Especiales de La Perla y la línea ascendente de mando hasta Menéndez, como responsables del secuestro y asesinato del matrimonio Parodi-Orozco y la apropiación de su hijo.
Foto: Nicolás Castiglioni, Abuelas de Plaza de mayo - Córdoba
Esta nota es parte de la Crónica del juicio al terrorismo de Estado en Córdoba, realizada por Alexis Oliva con el aporte de las Áreas de Comunicación de los Espacios de Memoria de Córdoba (Archivo Provincial de la Memoria, La Perla y Campo de la Ribera).