Retrato de la impunidad

Retrato de la impunidad. 
Por Tomás Barceló Cuesta *

La ciudad de Córdoba está empapelada con una imagen en la que Luciano Benjamín Menéndez, cuchillo en mano, se abalanza sobre alguien que no se ve en la foto. Lo sostienen dos hombres. El hecho es anecdótico. Corría 1984. Había transcurrido algo más de un año desde que la Junta Militar, con el descalabro de Malvinas y cargando con una impopularidad que se hacía insostenible, se vio obligada a pasarle el mando al gobierno de Raúl Alfonsín, legítimamente electo en las urnas. El país bullía de pasiones cruzadas. El terrorismo de Estado cedía terreno al embrión de una democracia que nacía con fórceps. Al año siguiente, 1985, los nueve comandantes más importantes de la Junta serían sentados en el banquillo de los acusados y, en un juicio sin precedentes en la historia, serían juzgados por un tribunal civil por crímenes de lesa humanidad y violaciones de los derechos humanos. Entre ellos no estaba Luciano Benjamín Menéndez. 

Ahora, 24 años después de aquel suceso en el que fue fotografiado, Benjamín Menéndez está siendo juzgado por el tribunal oral federal número 1 de Córdoba. Había sido detenido en otras ocasiones, pero siempre, de una manera u otra, logró zafarle el cuerpo a la justicia. El indulto del presidente Carlos Saúl Menem terminó favoreciéndolo, aunque en los últimos tiempos estaba bajo régimen de prisión domiciliaria. 

Hoy es un hombre diferente al de la foto. Al menos en apariencia física. Se negó a declarar, no sin antes decir que el juicio que se le sigue es inconstitucional. No parece derrotado. Con el pelo totalmente canoso y prolijamente peinado, habló pausadamente, convencido de sus argumentos. La ira que mostraba en aquella foto ya no está. En su lugar, pugnando por vencer el cansancio de la vejez, aparece esa expresión castrense, de mandamás, que debió adquirir por los años en que fue investido con los grados de general, y que mantuvo durante el tiempo en que fue uno de los jefes militares más poderosos del país, cuando era Comandante del Tercer Cuerpo del Ejército y desde Córdoba controlaba 10 provincias del noroeste argentino, y varios campos de concentración de los que La Perla, a escasos kilómetros de la ciudad de Córdoba, fue el más notorio. Allí murieron decenas de hombres y mujeres, no sin antes vivir y sufrir el horror de las torturas. 

Sintiéndose amo y señor de tantas vidas, algunas de las cuales solía segar como si se tratara de insectos, justificaría semejante barbarie diciendo que “el Ejército defendía al país de una invasión marxista”. Una guerra, dijo, que nosotros terminamos ganando. A estas alturas sostener lo contrario sería deshonroso para alguien que, como él, todavía puede creer que sobre sus hombros brillan las estrellas de general. 

En esa imagen suya expuesta en la ciudad, parece resumirse la puja de dos mundos: uno en retroceso y otro que se adviene. Vista más allá de su valor periodístico y documental, Luciano Benjamín Menéndez parece encarnar ese poder decadente, por lo bárbaro, que se sostuvo mediante la represión, la tortura y la muerte. Eso justifica el cuchillo en sus manos: la defensa cuerpo a cuerpo del reducido espacio vital que le va quedando, frente a los que, desde el otro lado, intentan condenarlo.


Eran años de delirio

Enrique Rosito es el autor de esta memorable instantánea. Durante una conversación telefónica desde Buenos Aires, habló de las circunstancias en que la hizo.

“Por esa época trabajaba en la agencia DyN (Diarios y Noticias). En la noche del 21 de agosto de 1984 tuve que ir a hacerle una foto a Menéndez durante una entrevista en el programa televisivo de Neustadt. Al llegar, vi que afuera estaban las Madres de Plaza de Mayo. Al terminar, envié el rollo a la agencia y me quedé esperando en la salida del canal 13, en la cochera que da a la calle Lima, por la zona de Constitución. Había también otros fotógrafos. Estábamos en el lado izquierdo de la salida. Benjamín Menéndez se retiraba en un Ford Falcon, sentado en el asiento derecho de atrás. Delante del auto salía un colectivo de la policía. 

En un momento pensé que el colectivo de la policía nos iba a tapar y lo iban a hacer salir por la derecha. Afuera lo esperaba un grupo de muchachos que le gritaban asesino y cobarde. Entonces, salté para el otro lado. “Asesino, cobarde”, le seguían gritando. Benjamín Menéndez salió del auto y los encaró. Creí que era un revólver lo que sostenía en su mano. Estaba oscuro, tuve que utilizar el flash.El hijo y uno de los custodios lo agarran para que no pueda avanzar”.

- ¿Qué hubiera sucedido sin no logran detenerlo?
- No sé. Lo que más lo alteró fue que le gritaran cobarde.
“Al volver a la agencia ya eran como las doce de la noche. Cuando revelé la foto y vi lo que tenía, avisé a la redacción para que llamaran a los abonados, pues ya casi estaban cerrando los diarios. No creían lo que les decía. Después me fui a cenar con un amigo a Corrientes y Montevideo. Al salir eran como las dos de la madrugada. En Callao y Corrientes vi el diario Clarín: habían publicado la foto en la tapa.

- ¿Qué repercusión tuvo después?
-Tan grande que me sorprendió. Inmediatamente la reprodujeron los periódicos del país y agencias y periódicos del mundo. Pero había tanto delirio, que una locura así, no nos sorprendía tanto, como sí podía ocurrir afuera. Lo normal hubiera sido un revólver, pero que un militar salga de su casa armado con un cuchillo de paracaidistas, es una locura: un tipo que hace eso, ya está. Una semana después cayó preso. Nadie nunca me dijo nada, pero supongo que la foto pudo contribuir para que lo detuvieran.

- ¿Crees que semejante reacción haya sido locura y no soberbia?
- Es una enfermedad. Un tipo que hace eso está enfermo. La soberbia puede ser una contestación. Pero una reacción así es impunidad.

- ¿Le pusiste algún título a esta foto?
-No, no me gusta ponerle títulos a las fotos, porque puede condicionarlas. Los epígrafes son de utilidad, pero por ahí pueden cambiarle el sentido. Te pongo un ejemplo: El heroico Benjamín Menéndez se defiende de una banda de facinerosos comunistas. Aunque para la gran mayoría, la lectura, sin lugar a dudas, es otra. 
Los premios que obtuvo. 

“La agencia EFE y el Instituto de Cooperación Iberoamericano nos convocaron para presentar la foto, lo hicimos y ese año el premio Rey de España fue declarado desierto. Lo que sucedió fue que la foto no llegó a tiempo para concursar. Al otro año (1985) me llaman de nuevo para que la presente. Yo me iba de viaje, no me interesa mucho participar en los concursos, así que fue un compañero mío quien la envió. Un día me llaman en la mañana desde España para decirme que había ganado. Esa foto también ganó el Salón Nacional de Fotografía en la modalidad de periodismo”.

* Periodista, Fotógrafo y Docente universitario