Como a todos los chicos que nacimos en la segunda mitad de la década del ´70, nos fuimos enterando de a poco y, casi en cuenta gotas, de lo sucedido en la época de la dictadura.
El tiempo pasa y deja huellas. Las huellas del horror que durante más de 30 años deambularon impunes por nuestra historia. Negándola, poniéndola al borde de lo terminal. Arriesgando su identidad tras la apuesta por desconocerla.
La “menendización” de la causa y sus riesgos.
Por Ximena Cabral
Se toca la barbilla, prende en su pecho una escarapela negra, y la mirada parece perdida. Es, sin dudas, un símbolo de lo que fue el terrorismo de Estado y esa es la satisfacción de verlo sentado allí. Sin embargo, el peso de esta imagen puede devorar el andamiaje en el que sostuvo el genocida. La “menendización” de la causa corre el riego de personalizar el horror y borronear la implicancia de actores y prácticas que lo sostuvieron.