Por la calle empedrada del interior del predio ingresaban los vehículos que traían a las víctimas después de los operativos de secuestro. Una vez capturadas, las personas eran vendadas, maniatadas y conducidas hasta “La Perla” en el baúl o en el piso de los asientos traseros de los vehículos, ignorando de ahí en más cuál sería su destino. En ocasiones eran llevadas previamente a otros lugares de detención clandestina tales como comisarías, el Departamento de Inteligencia de la Policía de la Provincia (D2), Campo de la Ribera o el Puesto Caminero de Pilar.
El secuestro de personas constituyó una metodología sistemática, era el primer mecanismo de desaparición de las víctimas dentro del plan de exterminio. Las personas eran privadas ilegalmente de su libertad sin una orden judicial. Los secuestros se realizaban tanto de día como de noche, en la calle, en los domicilios particulares, o en los lugares de trabajo, con un gran despliegue de vehículos y hombres armados que reducían al secuestrado y a toda persona que intentara evitar estos “operativos”. En muchos casos, los secuestradores vestían de civil y sin ninguna identificación como miembros de la policía o de las Fuerzas Armadas.