Este galpón tuvo dos funciones centrales. La primera como lugar de reparación y mantenimiento de los vehículos que eran usados para los secuestros y los traslados. La segunda como depósito de las pertenencias robadas sistemáticamente a las víctimasen los operativos de secuestro. Este ‘botín’ era repartido entre los represores, lo que, más de una vez, generó disputas entre ellos.
Los represores de La Perla tenían como práctica habitual robar vehículos que eran reparados y limpiados en este lugarpara realizar nuevos operativos.Para realizar esta tarea se utilizaba, como mano de obra esclava, a un grupo de secuestrados que a veces trabajaba hasta doce horas por día. Dos vehículos en particular son identificados entre los sobrevivientes: el camión que realizaba los “traslados” de secuestrados para ser fusilados y el Ford Taunus de techo vinílico y equipado con una radio que conducía, durante los secuestros, el Capitán Acosta.
La represión montó una estructura delictiva de robo y saqueo de los objetos de las casas de los secuestrados. La reventa de estos objetos por su valor económico también implico la pérdida y desaparición de objetos de valor afectivo como fotografías, cartas y objetos personales de los desaparecidos.
TESTIMONIOS SOBRE "EL GALPÓN DE AUTOMOTORES"
“(a partir de 1977) fui obligado a realizar las tareas del taller de mantenimiento de los automotores utilizados por la Sección para sus actividades, incluidos los secuestros de otros compañeros.
Allí fui obligado a trabajar en compañía de otro detenido-desaparecido, JOSÉ CARLOS PERUCCA, llamado “César” en el lugar, y trasladado con destino desconocido entre los días 24 y 27 de mayo de 1977.
Al principio se nos hizo creer que había sido trasladado a la ciudad de Rosario por razones “operativas”, pero al poco tiempo quedó claro, por infidencia de algún personal de inteligencia, que en realidad había sido llevado por personal del Batallón de Comunicaciones 141 para ser fusilado en venganza por la muerte un año atrás de un oficial de ese batallón supuestamente en manos de las Brigadas Rojas, organización a la que perteneciera “César”.
En esas “tareas” me desempeñé durante el resto de mi estadía en el Campo, siendo obligado a trabajar muchas veces casi ininterrumpidamente durante 8, 12, 16 horas...” (Héctor Kunzmann, testimonio para CoNaDeP brindado en 1984 con modificaciones del testimoniante para este espacio)
“Los detenidos, atados de pies y manos, vendados y amordazados, habían sido llevados horas antes al galpón y luego pudimos observar cómo fueron cargados por los interrogadores y numerosos uniformados en un camión Mercedes Benz, arrojándolos a la caja como bolsas de papas. Presenciando esto estaban el general Centeno y unos cinco oficiales de alta graduación, quienes partieron tras el camión en una camioneta Ford del ejército.” (Gustavo Contepomi y Patricia Astelarra, Sobrevivientes de La Perla, El Cid Editor, abril de 1984)
“… el capitán ACOSTA mató de un escopetazo a un compañero en la calle, cuando realizaba un procedimiento. El sargento primero PADOVAN, que nos odiaba profundamente, me mandó a lavar un Renault 4 propiedad del compañero asesinado. Recuerdo la imposibilidad de hacer esa tarea, porque no podía olvidar quién había estado adentro, además los vidrios estaban rotos y había sangre coagulada por todos lados.” (Testimonio de Teresa Meschiati, Legajo CoNaDeP 4279, diciembre de 1983)
“En los galpones había: en uno vehículos en uso, se trataba de vehículos particulares robados y en otro vehículos viejos, rotos, en desuso. En este último galpón estaba la sala de tortura. El recuadro frente a la sala de tortura era una pequeña alambrada. En este segundo galpón había caballerizas en desuso, allí ponían a los que morían en el secuestro o en la tortura hasta que los enterraban.” (Testimonio de Graciela Geuna ante el consulado español en Ginebra, 9 de julio de 1998)